Es imposible, no se me puede olvidar, cada doce horas Neska toma una cápsula para estimular su corazón cansado, en enero cumple dieciochos años. No ve, no oye.
Ha sido una perrita bailarina y ahora sólo camina torpemente. Es ella la que me marca las horas de su tratamiento. No le gusta el medicamento, pero envuelto en jamón york o quesito lo traga sin paladear y cuando llega el momento exacto empieza a dar vueltas alrededor de mis piernas. A los demás también les doy un bocado así que cada 12 horas Neska y el resto se inquietan y toman posiciones en el lugar donde guardo el cotidiano manjar.
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