No hay sitio seguro

Ya estamos casi adaptados. En el piso hemos perdido comodidad, no tenemos jardín, pero es grande, apenas está amueblado y los perros tienen mucho espacio para vagabundear. Neska está ciega, puede dar muchas vueltas sin chocarse; los galgos llegan a los lugares más altos, han aprendido a abrir puertas, cajones y armarios, así que no hay sitio seguro donde esconder la comida. Y para descansar del atracón después del robo, una buena siesta al sol, como si no hubiera pasado nada.

Siguen los cazadores

Llueve, les pongo los chubasqueros y salimos a pasear.  Sale un individuo de un bar y se acerca a nosotros con cara de pena y me dice:
- Pero, ¿cómo les llevas así? ¡Pobres galgos!
- ¿¿¿???
- Estos perros aguantan todo, el frío, la lluvia... Y tienen que correr y cazar.
- Aguantar, claro que sí, pero eso no quiere decir que no sufran -le digo yo.
 Lagun, por si se escapa alguna caricia, se apoya encima de él. Lira se queda rezagada.
- Mira. Me ha reconocido, sabe que soy cazador y me está pidiendo que le lleve.
Mi asombro aumenta cada segundo que pasa, hace del comportamiento de Lagun una libre interpretación.
Lira, que tiene más andanzas, desconfía y se queda pegada a mí.
-¿Quieres que te lleve conmigo a cazar a cazar liebre? -le dice a Lagun.
Llueve, hace frío, estoy floja. No tengo ganas de polémica.
Seguimos nuestro paseo.

Nuevos collares

 Celebramos que la primavera está a punto de llegar.

Lira y Lagun estrenan collar