Me cuesta bastante soltar a los galgos y mucho más en lugares desconocidos, pero teníamos ante nosotros un monte inmenso y les desaté.
Tuve que meterme en un zarzal inmenso para rescatar a Lira. De repente, empezó a lloriquear, la llamaba e intentaba moverse sin conseguirlo, parecía que se había quedado enganchada. No estaba atrapada, al esforzarse en salir, se pinchaba y esperó, petrificada como una estatua, a que yo la liberara. Las campas sin obstáculos les encanta, tienen atracción total para ellos, no se quedó ninguna sin patear a toda velocidad. Pero no miden, a más de uno les golpearon al pasar, a mí, que soy su preferida, me tiraron al suelo y mis posaderas aterrizaron bruscamente en el suelo. Sentí que Lira y Lagun se troncharon al verme desmadejada en aquel pastizal.
Jajajaja. qué identificada me siento ahora que ha aumentado la familia...con dos "rastreadoras" natas no hay manera de mantener el equilibrio en los paseos....hay momentos en los que me siento como una muñeca en manos de dos niñas caprichosas......ahora sé de donde salió en andar peculiar de "chiquito de la calzada"....jaarrrrrrllll, en la siguiente zanja me como ese cardo borriquero....muxus amatxu!!! Leire
ResponderEliminarAl final, nos haremos expertas en caidas, ¡lo que nos enseñan estos rastreadores!
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