viernes, 22 de octubre de 2010

Correr a sus anchas

Asumo el riesgo de que me den un toque o incluso  me multen. Pero no lo puedo evitar, dos mil,  tres mil hectáreas con vallas,  para que corran a lo loco mis galgos, sin peligros, son una provocación y no la  desaprovecho. Un camping de uso exclusivo para funcionarios de la red eléctrica francesa, sólo se abre en agosto, que se llena de campistas, el resto del año,  viene muy de vez en cuando alguna persona de mantenimiento.
Abro la puerta, entro en el recinto, me pongo en una esquina, casi invisible y suelto a los galgos. No tiene precio verlos correr. Cuando se han cansado, me voy como he entrado, silenciosamente, cierro la puerta y hasta la próxima. Todo queda como estaba.


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