Al día siguiente, subimos otro monte, iban sueltos pero comenzaron a ponerse nerviosos, olisqueaban el aire y seguían un rastro, me dijeron que había jabalíes y otros animales. Les até. Me llevaban a rastras, esto me facilitó mucho la subida. Al llegar a una de las cimas, vimos renos que nos miraban desde lejos.
Hasta volver al valle no les dejé libres. Corrieron, escarbaron, saltaron. Son incansables.
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