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A un amigo le regalaron una yorkshire. Tenía dos meses y como todo cachorro meaba por todos los rincones y a todas horas.  Me pidió que me quedara con ella hasta que aprendiera a hacer sus necesidades fuera de casa. Acepté. Ella tenía un fuerte caracter, pero Neska y Txuri la aceptaron bien. A pesar de que vivía conmigo cada vez que venía a  casa su dueño, ella pasaba de mí, y no se separaba de él, intuía que nuestra compañía era pasajera. A mí me costaba separarme de ella y él con verla de vez en cuando se conformaba, se quedó más tiempo del esperado con nosotras. Neska se iba haciendo viejita y perdiendo facultades, Txispa aprovechó esta decadencia y la atacaba continuamente. Después de cuatro años, para que tuviera una vejez más tranquila la abuelita, el amigo decidió llevarse a Txispa. Pasado un tiempo tuvo un descuido,  la atropelló un coche y murió en el momento. Un drama. Yo sentía cierto grado de culpabilidad.
Mientras tanto, a Txuri se le descubrió un tumor, Neska muy vieja y con el corazón renqueando. Sentía que me iba a quedar sin ninguna y no podía concebir la existencia sin un perro a mi lado.
Visitaba páginas de protectoras de animales y vi una perrita ya mayor pero era igual que Txispa: Pixka. La adopté. La habían utilizado para la cría, estaba con tumores y una hernia, ya no les servía y la dejaron tirada.
Por suerte, Txuri superó la intervención, Neska mantiene  su vejez y Pixka , ahora, sin hernias ni tumores.
Van tres perros.