miércoles, 16 de junio de 2010
El primer susto
En el paseo no se separaba de mí y le llevaba a veces sin correa. Pero, no me fiaba demasiado, había leido que se asustan fácilmente y se podría perder, así que cada vez le soltaba menos. Un día íbamos por el campo y se nos cruzó un conejo, a pesar de que le llevaba atado en ese momento, no me dió tiempo a reaccionar, tiró con tanta fuerza que se me deslizó la correa y salió disparado tras él. Le encontré después de unos minutos eternos, sentado, jadeando y orgulloso, esperando a que el conejo saliera de la zarza donde se había escondido. ¡Me costó recuperarme! En cuestión de segundos sentí su ausencia y la incertidumbre. No deseo que se vuelva a repetir.
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