Y personas que están implicadas en el rescate, recuperación y socialización de estos animales, personas que sienten el dolor del maltrato como si ellas lo sufrieran, personas que dedican su tiempo libre y su dinero para difundir la situación que viven estos maravillosos morritos largos, luchadores y agradecidos.
Con lágrimas en los ojos me contaba una de estas personas cómo llegan algunos a su casa, con la mirada triste y vacía, esperando la muerte resignados, no se dejan acariciar, tiemblan de miedo, ven la mano humana como instrumento golpeador; después de unos días empiezan a mover la cola de alegría, surge la confianza en el ser humano, sienten las caricias por primera vez en su vida. Mira, al recordar, se me ponen los pelos de punta, decía y me muestra la piel de gallina de sus brazos. La timidez me impide abrazarla y expresarla mi admiración.
Gracias a esta gente he conocido a mis perrilargos. Gracias a esta gente surge en mí el compromiso hacia estos animales.